Y entonces me abatieron a golpes, me
pisotearon y me enterraron cuando aún palpitaba mi corazón, pero mi
estancia en el mundo no acabaría ahí, eso lo tenía seguro, sin
esperas a que desaparecieran alcé mis brazos hacia el exterior y me
impulsé fuera del agujero de tierra en el que estaba metido. Los
agresores se sorprendieron de que siguiera con vida tras lo sucedido,
pero más le sorprendió que me levantara ante ellos cargada de vida,
sin rasguño alguno, pero con la mirada encendida...
Intentaron huir, pero como digo, solo
lo intentaron, no pudieron escapar a una “resurrección” como la
que tuve y entonces se enfrentaron a las consecuencias de que yo
siempre prevalecería en este mundo, y más ante la adversidad...
Cuando les dejé en el terreno donde
minutos antes me intentaron matar, puse en el centro del círculo que
formaban sus cansados cuerpos en la tierra mi nombre, y así quedó
grabado para siempre en la tierra la última cualidad que saca a las
almas del desasosiego... la esperanza.